¡Las gruesas murallas que rodean la ciudadela de Guérande hacen que se la conozca com “la Carcasona del Oeste! Pero detrás de este cinturón de piedra, los techos de pizarra de las casas antiguas confirman que esta Ciudad de Arte e Historia es totalmente celta. Su opulencia deriva de las salinas, un lugar mágico y deslumbrante.
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Descubrir Guérande y sus salinas
Distintos vestigios encontrados dan fe de que ya los romanos recogían sal en Guérande. Para protegerse, la ciudad levantó protecciones de tierra que resultaron insuficientes para impedir que los españoles la sometieran en 1343. Por ello, más tarde, decidieron construir las murallas que aún hoy siguen rodeando la ciudad confiriéndole ese aire medieval. En el siglo XV, durante la edad de oro, 269 barcos exportaban sal y vino. El arenamiento de la zona portuaria debilitó la actividad. El nuevo impulso vino con el turismo y con la recuperación de la recogida artesanal de sal.
Entra en la historia medieval
El mercado que se celebra al abrigo de las fortificaciones tiene un decorado de ensueño. La magnífica muralla dorada por los líquenes mide 1,4 km de longitud y posee cuatro puertas que dan la bienvenida a los visitantes dispuestos a recorrer sus callejuelas tortuosas. La puerta gigante de Saint-Michel, la entrada principal, alberga un museo. Dentro se suceden casas medievales de distintas alturas, de entramado de madera y con buhardillas decoradas. Las casas solariegas de Tricot o de Prévoté son dignas representantes de esta arquitectura con carácter. La colegiata de Saint-Aubin es muy original con su púlpito exterior, al que se llega por una escalera de caracol.
¿Lo sabías?
¿Qué hay en la sal?
Los productores independientes de Guérande recogen 10.000 toneladas de sal al año. Este producto de calidad es apreciado tanto por su sabor como por su riqueza en magnesio y oligoelementos.
Un mosaico de espejos
¡Es hechizante perderse entre el enorme tablero de las salinas! Por la mañana temprano o al ponerse el sol, las salinas deslumbran y sacan increíbles matices plateados, azules, verdes y rosados. Las pirámides blancas de sal son modeladas por la nueva generación de salineros, que perpetúan un oficio ancestral. De junio a septiembre, recogen la sal en las 7000 salinas de agua. La flor de sal (el caviar de la salina) se recoge con suma atención y gestos gráciles. Las mareas, el sol y el viento son los mejores aliados de su trabajo. Los llamados salorges son bonitos depósitos de madera que conservan el producto. El museo Tierra de Sal te hará compartir esta pasión tan salada.