En plena región de Redon, las landas de Cojoux en Saint-Just constituyen uno de los enclaves prehistóricos más importantes de Bretaña. La diversidad de los monumentos que alberga es realmente sorprendente. Comienza con una visita a la «Maison Nature et Mégalithes» y sigue con un paseo entre dólmenes y menhires.
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Descubrir Saint-Just
Los hombres del Neolítico visitaron el espacio sagrado de Saint-Just durante milenios. En estas áridas landas se instalaron nuestros lejanos antepasados para formar un conjunto de monumentos megalíticos único en Europa. Es el momento de visitar los lugares de culto y monumentos funerarios, algunos de los cuales parecen auténticos santuarios. Antes de recorrer el circuito de exploración de 7 km de longitud, conviene hacer una pausa para descubrir la exposición permanente de la «Maison Nature et Mégalithes». Por el camino, los postes de información enriquecen la visita.
Un viaje en el tiempo
Las landas de Cojoux han sido objeto de numerosas excavaciones que han revelado cómo la edificación de los megalitos se realizó progresivamente entre los años 4500 y 1500 antes de nuestra era. Durante el recorrido, podemos observar los dólmenes de la «Croix Saint-Pierre», el «Château Bû», el «Four Sarrazin» o también la alineación de las «Demoiselles de Cojoux». Cuentan que estas jóvenes doncellas ¡se transformaron en menhires por haberse saltado la misa para ir al baile!
¿Lo sabías?
¿Mover los menhires?
Sin duda, solo un gigante podría levantarlos…. ¡No te engañes! Con los talleres lúdicos que se ofrecen en la «Maison Nature et Mégalithes» de Saint-Just, podrás aprender a levantar estas piedras ¡que llegan a pesar varias toneladas!
Un entorno natural extraordinario
En torno a los bloques de granito, la naturaleza florece en múltiples colores y nos embriaga con sus perfumes. Según la estación, las landas de Cojoux hacen gala del amarillo de las aliagas, del blanco del jaguarcillo o del violeta oscuro del brezo. El pasto de las praderas está a cargo de caballos de Poitou y vacas escocesas, para preservar así la biodiversidad y el suelo donde asoma el esquisto morado. Estas razas foráneas protegen un paisaje típicamente bretón ¡y mágico por naturaleza!