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©Léhon|LAMOUREUX Alexandre

Léhon

Una abadía real en el Valle del Rance

Cuenta la leyenda que «cuando la barca de los monjes, cargada con las reliquias de san Maglorio, llegó a las orillas del Rance, en Léhon, el lugar se volvió próspero y florido como el paraíso. Desde entonces, los peregrinos comenzaron a acudir de todas partes de la Galia occidental para ver semejante maravilla». Hoy, el milagro se repite: las casas, calles y callejuelas, el claustro y el jardín del monasterio despliegan todos sus encantos…

Descubrir Léhon

La pintoresca ciudad de Léhon, muy cerca de Dinan, fue moldeada por los monjes, que establecieron su monasterio en un meandro del Rance. El rey Nominoe, fundador de la abadía benedictina en 850, y los sucesivos señores dotan ricamente al establecimiento monástico. Las reliquias de san Maglorio aseguran el resplandor espiritual del centro religioso hasta su cierre durante la Revolución. A lo largo del Rance, podrás admirar la noble silueta de este edificio engarzado de vegetación.

Un pueblo protegido por una fortaleza

En el siglo XII, los señores de Dinan erigen su fortaleza en un promontorio rocoso para proteger los bienes conventuales y el paso del Rance. Los muros cortinas del castillo, desmantelado en el siglo XVII, se han restaurado recientemente. El río Rance y el camino de Dinan a Rennes promueven el comercio y los intercambios. Los oficios artesanales prosperan: confección de velas náuticas, curtiembres, comercios… Las casas, con sus cornisas moldeadas y sus dinteles esculpidos, muestran cierto desahogo económico y todavía hoy seducen a los visitantes que acuden aquí desde el siglo XIX.

¿Lo sabías?

En los jardines de la abadía, las excavaciones han destapado un canal cubierto que conecta los edificios con las aguas del Rance.

Un entorno único

El viaducto que desvía el tráfico de Dinan a Rennes provoca el declive comercial del pueblo. Hoy, Léhon combina armoniosamente la arquitectura antigua y la moderna, y ha sabido abrirse a la actualidad sin renunciar a su pasado.  La ciudad está atravesada por caminos verdes que la serpentean y la colocan como una de las ciudades más floridas de Francia.

Visitas imprescindibles

  • La abadía con pórtico románico, las estatuas yacentes del siglo XIV y la magnífica pila bautismal del siglo XIII
  • Los edificios conventuales (siglo XVII), el antiguo refectorio de los monjes (siglo XIII) y el claustro
  • La fortaleza reconstruida en el siglo XIII, que incluye un recinto flanqueado por siete torres redondas en ruinas
  • El calvario del Santo Espíritu (siglo XIV)
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