Una antigua ciudad textil a la sombra de una fortaleza medieval
A las puertas de Rennes, Châteaugiron forma parte de la red de atractivos «Pequeños Pueblos con Carácter». Las altas torres del castillo medieval anuncian con orgullo su casco urbano y su prosperidad histórica se aprecia aún hoy en día en las numerosas casas de mercaderes con coloridos entramados de madera.
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Descubrir Châteaugiron
Su castillo, monumento emblemático de Châteaugiron, fue construido en el siglo XI para defender la capital bretona. Sus fosos, el imponente torreón del siglo XIII y la torre del reloj nos recuerdan hoy en día esta vocación militar. La residencia principal del siglo XIV que se erige ante el visitante fue transformada en el siglo XVIII para mostrar su aspecto actual. Actualmente sede del Ayuntamiento, da continuidad a su papel central en la vida de la ciudad. La capilla del castillo, magníficamente restaurada, se ha transformado en el centro de arte «Les 3 CHA» (de CHApelle, CHÂteau y CHÂteaugiron). Sus altos ventanales iluminan un amplio espacio dedicado a exposiciones de arte.
Los entramados de madera tejen su red
Durante la Edad Media, numerosas viviendas se fueron apiñando junto a las torres del castillo. El comercio florecía gracias a la producción de una tela para embarcaciones característica de la región: «les Noyales». Un paseo por las calles del centro nos conduce al domicilio de estos mercaderes de tejidos. En la rue de la Madeleine, sus viviendas de elaborados entramados de madera resucitan los llamativos colores de los siglos XV y XVI. Nuestro recorrido histórico continúa hasta llegar a «Les Halles», el mercado construido en 1858.
¿Lo sabías?
Campanadas que resuenan en el tiempo.
En la torre del reloj suena puntualmente Henriette, una venerable campana que, desde 1666, marca el ritmo de la vida de este pueblo medieval.
Puerta abierta a hallazgos naturales
Hablamos de telas, cáñamo, lino que nos indican la importante presencia del arte de tejer ligado a la importante presencia del agua., la cual encontramos mansa y controlada en el lavadero público de Saint-Nicolas y a su libre albedrío en la zona húmeda denominada «la Glaume», que conserva un espacio natural en plena ciudad en el que libélulas, garzas y lavanderas cascadeñas acompañan tus pasos entre juncos y flores de lis.