Septiembre, con su clima templado y una menor afluencia de turistas, es uno de los mejores meses del año para disfrutar de la naturaleza, de los deportes náuticos, de los conciertos, de la botánica o de la gastronomía… Mil y un momentos de la vida cotidiana que adquieren un sabor particular en las islas bretonas.
1. En Batz, curiosidades botánicas y descubrimiento de la bahía de Morlaix en barco
¿Qué tal empezar dando una vuelta a la isla o recorriendo la bahía de Morlaix en lancha motora con escala en el castillo del Taureau? En cuanto llegues a Batz, ve al jardín Georges Delaselle, cuyo exotismo te transportará de California a Australia, de Chile a Sudáfrica… gracias a una colección de 2 000 especies pacientemente reunidas a finales del siglo XIX por un empresario enamorado de la botánica. Si aprieta el hambre, en La Cassonade te esperan estofados de langosta, cangrejo, kig ha farz, galettes de trigo sarraceno y verduras ecológicas. Para dormir puedes optar por la familiaridad del albergue juvenil o la comodidad del hotel Les Herbes Folles, ubicado en una mansión burguesa cerca del embarcadero.
2. Descubre Ouessant, sus faros y leyendas
Ouessant, primera tierra de Bretaña, última parada antes de América, es un lugar encantador. El viaje en barco para llegar a este increíble sitio, celosamente custodiado por un cinturón de formidables arrecifes, es de por sí toda una aventura. Durante dos horas atravesarás la fuerte corriente del pasaje Fromveur, entre el canal de la Mancha y el océano Atlántico. Una vez en la isla, la mejor manera de recorrerla es en bici. Pedalea hasta la punta de Porz Doun o la de Pern y visita el Museo de Faros y Balizas para aprender todo sobre la señalización marítima. Con la asociación Kalon-Eusa, el anochecer adquiere un sabor particular gracias al paseo de « Cuentos y leyendas » o a la observación del ritual de encendido de los quince faros que vigilan el mar de Iroise. En el hotel Roc’h Ar Mor te espera un remanso de paz respetuoso con el medio ambiente, ideal para disfrutar de un merecido descanso mientras saboreas, en la terraza del restaurante, su cocina creativa y unas vistas excepcionales del océano.
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3. Groix, una playa convexa y en movimiento y tesoros geológicos
En cuanto pongas un pie en la isla, ve a la playa de Grands Sables: única por su rara forma convexa, se adentra en el mar y se desplaza varias decenas de metros cada año bajo la influencia de los vientos y las corrientes marinas. Y otra curiosidad: las rocas. Groix cuenta con una de las primeras reservas naturales geológicas de Francia con sus más de sesenta minerales de 400 millones de años, algunos de una rareza extraordinaria. ¡La visita al Museo de Geología de la isla merece la pena! Y tras probar tu agilidad en el parque de aventuras Le Parcabout, puedes pernoctar en un alojamiento insólito: ¡un nido colgado en los árboles a diez metros del suelo! Y, si te interesan las babosas de mar o los restos de un submarino, ¡atrévete con un safari submarino con el club Subagrec!
4. Disfruta del veranillo de San Martín en Belle-Île
¡La mayor de las islas bretonas está llena de sorpresas! Tranquila y serena al noreste, salvaje y accidentada al oeste, sorprende por la variedad de sus paisajes. Echa un ojo a la web de la oficina de turismo, todos los años en otoño ofrecen paquetes de 3 días/2 noches con alojamiento y travesía marítima para disfrutar del verano indio. Las caminatas por los senderos costeros, la exploración de la ciudadela Vauban, la emoción teatral tras las huellas de Sarah Bernhardt o el vértigo controlado en lo alto del gran faro… Y, para terminar el día de la mejor de las maneras, disfruta del mejor pescado, marisco o galettes bretonas en los puertos de Sauzon o Le Palais, ¡frente al océano!