La isla y sus dos caras
La naturaleza salvaje de Belle-Île fue fuente de inspiración para muchos artistas como el pintor Claude Monet que inmortalizó las agujas rocosas de Port-Coton sometidas al golpeó de las mareas o la actriz Sarah Bernhardt que vivió en el fortín de la punta des Poulains, proa ventosa de la isla. Como hicieron ellos, comprobarás que Belle-Île es digna de su nombre por una increíble variedad de paisajes en los que sus costas, que miran al continente, están conformadas por calas recónditas y bonitas playas de arena fina. Frente al Atlántico, la costa salvaje ofrece un rostro totalmente diferente con unos acantilados escarpados que se sumergen en una permanente espuma burbujeante. ¿Sientes la brisa del océano delante de la gruta del Apothicaire? En el interior, Belle-Île se divide en landas de aliagas, verdes valles y dunas protegidas. Explora la isla saltando y retozando a campo través, descubriendo las bonitas casas con coloridos postigos y puertos naturales construidos en la roca. La ciudadela Vauban, con magníficas vistas del puerto de Palais, rememora el glorioso pasado militar de la isla. Desde lo alto del gran faro de Kervilhaouen, tendrás unas imponentes vistas panorámicas. Y al mar como tu fiel compañero.