¿Conoces las deliciosas fresas de Plougastel? Venga a descubrir este bonito rincón de la bahía de Brest, su magnífico calvario, sus capillas y la abadía de Daoulas. Le sorprenderá el microclima de esta península y la fertilidad de la tierra, que le ha valido a la región el amable apodo de « jardín de Brest ».
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Descubrir La abadía de Daoulas y la península de Plougastel
Entre los monumentos que bien merecen ser visitados se halla el calvario del siglo XVII, erigido tras una epidemia de peste que afectó a la región. En el calvario aparecen 181 figuras esculpidas en la piedra de Kersaton (granito gris). Han llegado a nuestros días gracias a que un soldado estadounidense las salvó de los bombardeos de 1944 escondiéndolas en el presbiterio. Varios años más tarde se procedió a su restauración completa. ¡Se salvaron de milagro!
Daoulas, inspiración de otros mundos
Aprovecha que estás en la zona para visitar la abadía de Daoulas. Antiguo monasterio regentado hasta el siglo XVI por los canónigos de la orden de San Agustín, el lugar conserva fabulosos vestigios de la Edad Media, como la abadía y el claustro románico del siglo XII. Dedica tiempo a recorrer su espléndido Jardin des Simples, clasificado «Jardin Remarquable» o jardín extraordinario. Aquí se exhiben más de 300 especies de plantas medicinales de todo el mundo. Asimismo, la abadía acoge exposiciones sobre las civilizaciones del mundo.
Puerta de entrada de la rada de Brest
Puerta de entrada de la rada de Brest
Tras pasear por las callejuelas de Daoulas, ¡pon rumbo a Logonna-Daoulas! El sendero costero se extiende bajo los pinos, entre calas y puntas rocosas, asomándose a aguas transparentes… ¡En verano, aprovecha la Paillotte para alquilar un stand-up paddle o un kayak para descubrir la bahía de otra manera!
¿Lo sabías?
Bretonas de todos los colores
Todo el mundo piensa que las bretonas van siempre vestidas de colores oscuros. Eso es cierto y falso a la vez. Porque si bien el vestido tradicional que llevaban entre semana era negro, el de las fiestas mezclaba colores muy vivos: falda violeta, delantal verde y chaleco azul y naranja.
Gracias, señor Frézier
Las fresas triunfan en esta región. Pero, ¿sabías que fueron importadas de Chile? Un tal Amadeo Frézier las conoció en el siglo XVIII y las importó a Francia. A los bretones les encantaron y decidieron cultivarlas. Se exportan desde finales del siglo XIX y en la actualidad son indisociables de esta ciudad. Si prefieres lo salado, la península tiene todo lo necesario para satisfacer tus antojos de ostras y mariscos. Una decena de ostricultores crían estos manjares respetando el producto y la tradición familiar. Otras actividades imprescindibles por la península son los paseos por los parques y la degustación de sus productos.