Empezaste tu viaje reticente. Bretaña está en los confines del mundo. Asocias Bretaña con el mar, las borrascas y las galletas de mantequilla. Y con un sol que brilla por su ausencia. Pero a medida que avanzas en tu periplo, te va embargando una extraña sensación. No eres un turista más, eres un bretón entre los bretones. Visitas los lugares que tu amigo te recomendó. Ahora, Brocéliande no tiene ningún secreto para ti. En vez de una copa de vino, sostienes un cuenco de sidra. Al salir de un café, te despides con un tímido «kenavo». Las mejores series de Netflix se quedan cortas ante el espectáculo de las mareas. Por fin, dejas que Bretaña te habite. En el camino de vuelta, los recuerdos se confunden. Y te sientes invadir por una certeza. Esta primera escapada no será la última.
Porque siempre regresamos al lugar donde nos sentimos en casa. Irás como turista
y volverás como bretón